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Salgo de casa con un abrigo negro comprado en zara, un abrigo de escritor barato y con muchos bolsillos, y paseo por la calle silbando knockin on heaven's door de dylan. Voy a un festival literario. El abrigo negro me está largo, pero me da un aire de pedante, y así me voy deslizando por la calzada gastada de la vieja calle. Piso mierda de perro, y tan sólo yo avanzo en la oscuridad de los días sin regreso. Hotel pagado y comida en un restaurante de dudoso gusto, abrazos y besos en la pajarera circundante, selfies para siempre con camaradas del arte de las palabras y, con suerte, con alguna estrella del firmamento distante. Sonrío. ¡El abrigo me sienta tan bien! Sonrío al que pasa y el que pasa piensa que es un loco el que pasa.
- Con un abrigo de esos…
Espero el autobús 16 al final de la calle. Voy desde Venda Nova y el 16 sale de allí mismo por Puertas de Benfica. ¡Joder!No me hablen del Benfica que hasta me mareo. De fútbol no sé nada, pero sufro por esta mierda de equipo que sólo me da disgustos y arritmias. Aquí voy, feliz como una piedra lanzada al aire que cae en la cabeza de algún, que se joda mi amiga Ladislaia que no soporta que escriba de algún; quiero decir de algún niño. Mi abrigo ocupa dos asientos en el autobús: el mío y el que debía ser para la señora que va agarrada a la barra vertical del coche. La barra es de metal plata incandescente y me hace recordar, ay la puta memoria que siempre me arrastra a lugares intangibles y escurridizos, cuando fui con otros tres poetas a una casa de putas con una barra en medio del salón. Estábamos tan bebidos que hasta yo bailé en la barra. Y mire, ahora que nadie nos oye, hasta tenía garbo. Lo peor fue cuando una chica, con mucho encanto, me metió la mano en un lugar que hace que me ruborice sólo de pensarlo. Los tres poetas gozando con la escenita y yo encendiendo la casa con mis vergüenzas.
Y, joder, aquí voy en el autobús 16 con mi abrigo de escritor, que en honor a la verdad, me está un poquito largo. Me miro en un escaparate y parezco mismamente lo que soy: un idiota vestido de escritor camino de una fiesta de idiotas vestidos de escritores. Me bajo en una parada cualquiera. Knock, knock on the heaven's door. El abrigo aletea en la brisa y me lo ajusto. Como es largo deja entrar el frío que del mar se levanta.
tradução, gentilmente ofertada, de Pedro Sanz.
Uma mulher magra desce a calçada íngreme e os jacarandás estão floridos. Roxas as árvores, melancólica a mulher. A mulher está só. Os pés colam-se nas pedras dispostas geometricamente. Paralelepípedos de uma rua igual a tantas outras e diferente como tantas outras. Pés que a calçada prende e ilumina. O mar está próximo e os pássaros estão felizes por isso. Tão felizes que viajam como se não estivessem poisados nas árvores. A mulher continua só, desce ainda mais e aproxima-se do mar que brilha no dia solarengo. Da orla que lambe a praia. Está longe a noite e perto o mar. É já na areia que a mulher magra caminha. Os sapatos ficaram para trás e as gaivotas afastam-se, temerosas, dos pés que escrevem na areia. Rescrevem sobre os caminhos que trilharam. Linhas cruzando o tempo perdido. Sobre as histórias que os caminhos tatuaram nas palmas dos pés. Não há nuvens no céu, e o mar parece cansado. A mulher mete o pé delicadamente na água e sente o frio a percorrer o corpo. A água parece fria mas a mulher sorri. Monte Gordo, 26-6-2018
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